Le miro y veo que me está mirando...
sí, eso es, miro que me está mirando.
Y si le miras tú, qué ves.
Puedes contestar que ves, también, que te mira él. Pero realmente eso es falso. El gato Rubi, en ese momento, pasado, en que trasladé su imagén a la cámara y congelé su intensa mirada, me miraba a mí.
Y es que;
nos pasamos la vida interpretando lo que otros nos dicen o callan,
lo que nos hacen o tendrían que haber hecho.
Pensaba, mientras el gato Rubi, me miraba, que si en vez de ser un minino, me mirase así, una persona, probablemente, me hubiera puesto a interpretar (imaginar) porqué esa mirada tan así, tan descarada. También, dependiendo del sexo de esa persona, hubiera interpretado una cosa u otra, o si era alguien conocido o no... o si fuera un niño o una persona mayor;
¡en fin, un sinviví...! .`.
En cambio, si es mi lindo gatito el que me mira, pues nada, no me pregunto ni interpreto nada, él me mira cuando y como quiere, por el simple gusto de mirar... ¡como quien mira el mar!
...
Es una pena, estar en la vida, estar rodeado de vida, ¡ser pura vida! y dejar de vivir para interpretar... una verdadera pena!