Dí vuelta a esta página hacia atrás y los miré, como reza una canción:
"como quien mira el mar"
y me pregunté si quería volver atrás, volver a tomarlos en mi regazo, volver a ser el hada de sus sueños de niños... volver a arroparlos cada noche y tener el poder para consolar sus disgustos.
Todo un lujo que no quiero ni debo conservar.
No, no quiero eso; pero sí, a veces, lo confieoso, he echado mucho de menos ese amor "incondicional" de mis adorables niños.
Porque al ver sus caras en las fotografías, al verles echados en mí, en su confíada entrega, sentía lo mismo que yo sentí en mi propia infancia, echada en mi madre, confiada, sintiendo que a su lado, en sus brazos, todo se solucionaba... ella, lo arreglaba todo.
Esa sensación, creía que la había perdido hacía mucho, puesto que hace mucho que me fuí de sus brazos, de su casa y de su cuidado... pero hoy, al mirar esas fotografías, he sentido otra realidad, y es que esa confianza y tranquilidad, no se pierde hasta llegado el día en que ella, la madre, se va para siempre...
no es cuando nos vamos nosotros de casa,
es cuando ella se "va a casa" que se abre ese vacío de orfandad y de golpe entiendes que ya...
ya no está mamá nunca más,
nunca más volverás a sentir esa seguridad que tu madre, sin saber cómo, fue capaz de procurar.
De golpe el corazón la aprehende para eternamente comprenderla;
para amarla como desde el principio ya la amabas; aunque por un tiempo en este espacio lo olvidaras
Hoy, en este tiempo y espacio, me ayuda, aquél, a comprenderos y aceptar vuestro amor, a veces, tan raro, extraño... o lejano.
Amados de mis ojos, de mis oídos, de mis brazos... de mi alma,
siempre vuestra.