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1 febrero 2016 1 01 /02 /febrero /2016 20:51

 

 Memoria Histórica

-Capítulo final-

 

 

-¡Mamá te llaman por teléfono...!

 

-¿Diga?

 

¡Buenas noches, Encarnación, soy Nacho... !

 

¡Hola, Nacho cómo estás?

 

-Bien, bien... y tú qué tal, estoy preocupado, hace tanto que no pasas por aquí...

 

-Ya, perdona que no te haya avisado, pero necesitaba tiempo. Si me haces un hueco...

 

-Pues mañana mismo si quieres... a última hora, así tendrás todo el tiempo que quieras para contarme.

 

De acuerdo, mañana nos vemos... y gracias por llamar.

 

No hay de qué, hasta mañana.

 

-Hasta mañana.

 

....

 

 

-¡Bienvenida, amiga mía, cuánto me alegro de volver a verte!

 

-¡Gracias, Nacho. Y discúlpame, de verdad!

 

-¡Nada que disculpar, por Dios...! perdóname tú a mí, por atreverme a molestarte, pero es que me extrañaba tanto tu ausencia. Creí que la sesiones de hipnosis te estaban sirviendo.

 

-Sí, supongo que sí, de hecho gracias a ellas me animé a viajar al origen, pero de verdad...

 

-¡No me digas que has sido capaz de ir... eres una valiente!

 

  • Bueno, aunque no lo creas, para mí ha sido un acto de valentía...

  •  

-Mujer, claro que sí, no lo dudo... y más sabiendo lo poco que te gusta viajar sola. Pero cuéntame, por favor. Porque supongo que me confiarás tu aventura.

 

  • Pues claro, a qué oídos mejores que a los tuyos les puedo dedicar semejante relato.

 

 

-Verás, después de la última sesión, aquella misma noche, soñé con ese viaje... me vi andando el camino de grava hasta llegar a la verja de hierro.

 

-Entonces, fue ese sueño lo que te hizo ir...

 

-Sí y no... verás, cuando llegué ante la verja, estaba cerrada y tras ella, había una niña, como de uno o dos años, montada en un triciclo. Me quedé enganchada a su mirada, a sus ojos, no dejaba de mirarme, sentí un gran impulso de entrar y abrazarla, estaba tan sola en aquél sombrío jardín... pero no pude entrar, intenté abrir la verja pero era muy pesada, empujaba y empujaba sin resultado. La niña me sonrió, y eso hizo que yo, me pusiera aún más triste por no poder pasar a estar con ella, entonces me eché a llorar, no podía parar, lloré tan desconsolada que acabé despertando...

A la mañana siguiente mientras desayunaba y pensaba en el sueño, la imagen de la niña no se iba de mi cabeza. La veía allí al otro lado, mirándome, sola, sin mí...

 

-Esa niña eras tú, ¿verdad ?

 

-Sí, era yo, y además tengo una foto con esa edad, en un triciclo, tras esa verja... existió ese momento, alguien al otro lado me hizo esa foto...fue mi madre, ¿sabes? Ella, iba con su cámara a todos lados, le encantaba hacer fotos. Supongo que el sentimiento que tuve en el sueño de soledad, y de querer pasar al otro lado para abrazar a la niña, seguramente, fue el que sintió ella misma, al verse tras esa verja grande y pesada, tal vez, sintió miedo de que su madre no pudiera volver a entrar...

 

Yo, no recordaba haber estado nunca en ese lugar, solo lo conocía de oídas... pero ese día comprendí que si había estado allí y ahora a través del sueño me había sentido dentro y fuera, como partida, es que todo me llamaba a recomponer la situación, o al menos, a comprender mejor, para bien mío y de todos.

 

Así que allí que me fui...

 

Reservé habitación en un hotel rural, que si no me equivoco resultó estar donde en tiempos estuvo el merendero ¿Recuerdas?... de hecho, aunque todo es muy distinto a lo visto en las sesiones, llegué casi sin indicaciones de nadie al cortijo... del que ya no queda ni rastro. No hay verja, no hay jardín, no hay tilos... al llegar y no ver nada, me dije, este es el famoso vacío, el polvo al polvo, todo se transforma. Anduve por allí, sobre el polvo de nuestras memorias. Sentí la necesidad de recobrar a la niña y la imaginé en el lugar, bajó del triciclo y vino a darme su mano, recorrimos los espacios como si fueran presentes... abrimos, juntas, de par en par la gran verja, recorrimos el jardín, entramos a la casa, y recorrimos todas las estancias... desde la cocina a la gran sala... las cuadras, todo. Nos despedimos de todo, y cuando me dirigí hacia el camino de de salida, la niña me pidió que la abrazara y se introdujo en mi pecho, bajo el hueso del alma y para siempre,... sentí que ya no volveríamos a sentirnos, abandonadas, rotas o partidas nunca más.

 

Y esa noche, en el hotel, tuve un sueño que devolvió a todos y cada uno a su lugar, con amor y sin rencores...

 

Sentí que despertaba en la sala grande de la casa. Estaba sentada en la butaca que había junto a la chimenea, frente a la puerta cerrada. Llegó la tía Eduarda y abrió de par en par sus dos hojas, quedándose en la entrada. Después, fueron entrando todos, uno a uno, colocándose, unos a un lado y otros a al otro, osea, unos enfrente de los otros... el abuelo, salió al centro y desde ahí habló a sus padres -al bisabuelo y amante, su madre- les refirió sus penalidades, su gran vergüenza por no haber sido reconocido como hijo legítimo, por el abandono que sintió cuando murió su madre,  por no haber comprendido hasta entonces toda la carga y penalidades, que a su vez, ellos tuvieron... pidió perdón por el odio que había sentido y les liberba,... dijo que ya estaban en paz con él.

 

El bisabuelo y la bisabuela se acercaron a él y le abrazaron... después, pidieron perdón a todos los presentes por todo el daño que habían causado con su ignorancia, y a su vez, todos, asumieron su parte de responsabilidad, comprendiendo que fueron reos de un destino que en aquél momento no supieron cambiar de una mejor, o menos dolorosa, forma... uno a uno fueron liberándose y quedando en paz unos con otros, borrando así, la memoria de dolor que se había creado... poco a poco, fueron abandonando la sala, hasta Eduarda se fue...

 

Al fin, solo quedó el abuelo en el centro de la sala... me miró, me sonrió con cariño y alzó su mano para despedirse. Me quedé asombrada, pues era una repetición exacta de su aparición y despedida unos meses después de su muerte.

- ¿Quieres decir que se te apareció ya fallecido...? 

 

-Sí, exacto, yo solo tenía siete años... recuerdo que  me quedé tan asustada cuando sucedió  aquello, que no fui capaz de corresponder a su adiós. Comprendí, esta vez, que tenía que despedirlo en paz y para siempre, que ahora sí había terminado esta historia:

 

Adiós, abuelo... GRACIAS, TE AMO.

 

https://youtu.be/SqYG3f4PaWc

 

 

 

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