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27 junio 2019 4 27 /06 /junio /2019 19:29

 

 

5/

Cuando terminé de relatar todo, volví la mirada hacia Eduarda… tenía las manos en la boca y el rostro bañado en lágrimas. Me levanté y la abracé, entonces rompió su silencio con un llanto doloroso que acudía de lo más hondo de su alma… sabía que mi relato había traído a su memoria el recuerdo de algo que, al parecer, la mortificó más allá de la muerte.

Intenté confortarla estrechando más el abrazo, pero no dije nada, callé a la espera de su desahogo. Me pidió que le sirviera un vaso de agua; bebió y después sacó un pañuelo del bolsillo de su delantal para limpiar su cara de lágrimas…

 

-¡Ay, Dios mío… ay! al fin llegamos a mi vergüenza hija. Siempre me sentí culpable de la muerte de la señora, y de la tragedia que vivió su niña cuando se quedó sin su madre. No merezco perdón, hija mía, si tú supieras…

 

-No sigas, tía, sé lo que pasó. Lo que he vivido esta noche, comenzó antes de verla llorar en el reclinatorio. Pero aunque no lo hubiera visto, toda la familia lo sabía, mi abuelo y sus hermanas sabían que tú te entendías con su padre.

 

 -Me crié en la casa, ya lo sabes… mis padres trabajaban aquí. Yo era un par de años mayor que el niño, pero siempre estuve enamorada de él y cuando tuvo edad, dejó de jugar  para hacer conmigo lo que se le antojaba… y yo, no sé qué me imaginaba, soñaba despierta, creía que él también me quería, y que algún día, sería yo la señora de la casa, estaba ciega… o no, porque siempre supe que él estaba loco por otra –la madre de tu abuelo, ya sabes- y además, sabía que su padre le tenía, ya, una novia preparada –la desgraciada señora-

Pero yo no quería despertar y lo dejaba hacer, me tenía loca… y antes de casarse, ellos, tuvieron que acudir, precisamente, al padre de la novia, para que me diera algo, pues hubo un mes en que no me venía el periodo y mi madre se temió lo peor. Entonces, fue cuando desperté del encantamiento, me di cuenta, de que yo no era nadie para él, nadie. Pero sobre todo, lo comprendí, cuando la madre de tu abuelo se quedó embarazada y él recibió la noticia encantado y feliz. Nunca lo hubiera imaginado… lo sé porque vino enseguida contármelo –cuánto lloré yo- y con los otros hijos, igualmente; pero el colmo fue cuando nació tu  abuelo, hija; nunca le había visto tan feliz…, cómo estaría que le puso hasta su nombre y, no contento con eso, se puso el mundo por montera y se los trajo a su propia casa… sin importarle ni su señora esposa; ni su hija ¡pobres!. Él, siempre  estuvo acostumbrado a eso, ha hacer su santa voluntad, solo lo contrariaron con el matrimonio que le obligaron a hacer; pero  aparte de esto, nada,... nada le daba miedo ni respeto ¡nada…!

Bueno, miento... miedo sí hubo, a su mujer sí se lo tuvo, fue la única que lo tuvo en un brete alguna vez. Por eso, no entendía cómo la trataba tan mal. ¿Tú te puedes imaginar a un ratón provocando y haciendo daño  al gato? pues eso es lo que acababa haciendo siempre, era como si supiera que ella, de ir en contra de alguien lo haría contra ella misma y nunca contra él... y así pasó, aquella noche, como ya sabes.

 

-Aquella noche, Eduarda, amiga mía;  cuando me desperté, estaba delante del tocador, -no en el reclinatorio llorando, eso vino después-  me perfumaba y arreglaba para gustarle a él… no podía soportar más la tristeza de mi niña y había decidido conquistarle a cualquier precio, aunque eso supusiera arrastrarme y mentir con todo mi cuerpo y mi alma… bajé a buscarle, sabía que se quedaba en la sala grande, fumando y bebiendo. Cuando llegué, la puerta estaba entreabierta y os vi. Se me escapó un grito, tú intentaste desembarazarte, pero él, te sujetó, se echo a reír y gritó,

 

 -¡mira, mira… mira y aprende cómo se porta una mujer de verdad, devota del demonio!

 

-¿Comprendes entonces porqué me siento como una mala mujer, hija?

 

-Te comprendo, pero ahora estamos aquí para sanar todo eso, para comprender. Para comprender lo inevitable de algunas situaciones, para ver cómo la vida nos empuja por un camino y es muy difícil llevarle la contraria, porque somos verdaderas marionetas de ella y de la experiencia que nos toca vivir… marionetas inocentes, porque solo hacemos el papel que nos toca, ¿entiendes, Eduarda? somos inocentes, míralo así de corazón, así ,  miro y comprendo yo...y así lo vio,  también, ella. Supo, siempre, que tú no eras sino otra víctima más.

-¡Ay hija mía… cuánto tuve que sufrir después de la muerte de la señora! La niña vivió una auténtica tragedia y yo creo que resistí porque me sentía deudora y me impuse la penitencia de no abandonar a los niños, que demasiado habían sufrido todos… todos, unos antes y la otra después, habían perdido a la madre y el padre, aunque les quería…- porque les quería y sentía orgullo de hombre por ellos, ¿sabes? pero; no tenía buen regazo ni palabras de cariño para ellos... antes todo era tan distinto…

-Sí, tía… era todo muy distinto antes y después, pero   ahora... ahora haremos que sea definitivamente distinto.

(Salud)

https://youtu.be/72xyi17KoI8

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18 abril 2018 3 18 /04 /abril /2018 21:48

 

4/

 

Aquél día, al final de la jornada, Eduarda me avisó de que lo planificado había tomado un nuevo giro debido a mi experiencia nocturna. Pensaban que podía volver a suceder y que tal vez el universo había decidido un modo más espaciado, pero puede que más adecuado y natural para asimilar y comprender  al ser vivido en primera persona y de forma tan cercana. Esa noche,la buena mujer, se ofreció a quedarse junto a mi cama, para que me sintiera más segura; pero le dije que no, que prefería seguir sola el curso de acontecimientos tal y como habían comenzado y sin interferencia alguna que me pudiera confundir. Ella, estuvo de acuerdo, ambas, sabíamos en el fondo,  que no podía pasarme nada y que el dolor que brotaba de las emociones, era necesario para comprender todo el drama experimentado en mi familia.

 

De todos modos, antes de irse a dormir, vino a despedirse y me trajo una especie de infusión hecha con un jarabe de frutos silvestres. Me dijo, que era de bayas de saúco y que la receta se la había dado de la señora…

 

-Ella, conocía y sabía mucho de plantas, lo había aprendido con su padre, que fue una especie de sabio  o médico… - dijo- ¿ves ese armario de ahí? Pues lo tenía lleno de frasquitos, con vinos, cordiales, jarabes… y abajo, en la despensa grande, tenía infinidad de hierbas y bayas que ella misma recogía. A la niña siempre la curaba ella; y más de una vez, le pedí que me diera algún remedio cuando alguno de los otros niños se ponía malo…

 

-¿Y no le importaba, ayudarles…?

 

-Pues no lo sé; pero el caso es que siempre me daba lo necesario para mejorarles en sus empachos, dolores o fiebres.

 

Esta bebida que te he dado era de sus preferidas, porque tenía mucho poder para reforzarnos, ella pensaba,  que el verdadero médico cuidaba la salud para que no se cayera enfermo y no al revés… Otra cosa que usaba constantemente eran las manzanas. A la niña, siempre que fuera posible, le daba  una al día, y, se aprovechaba, al máximo, de todos los frutos  estación... si no hubiera sido tan cristiana, hubiera pensado que era bruja. En fin, ya  digo, conocía y usaba muy bien ese mundo de la tierra y sus dones;  tanto que, el amo, jamás probó nada que ella le ofreciera, creo que le daba miedo…él, no soportaba ni que le mirase fijamente.

 

-¿Temía que lo envenenase…?

 

-¡No hija, no… jajaja! Pero sí, creo, que tenía miedo de que le diera algo que lo dejara flojo…

 

-¿Flojo…?

 

-Sí, cariño, ya sabes… que lo dejara inútil para los menesteres de hombre... 

 

-Ah, ya… ¿crees que ella hubiera sido capaz de algo así?

 

-Qué se yo,… pero; la verdad, es que conociendo tanto como conocía, jamás le hizo el  más mínimo daño, al contrario, sé que rezaba mucho por su alma…

Pero bueno, dejemos la charla, ahora a la cama,… mañana será otro día.

 

 

 

Cuando ella se fue, terminé de beber el té y me eché a dormir, pues la charla, me había cansado y no tenía ganas de ponerme a leer… no recuerdo cómo me dormí, pero sí puedo decir que fue de inmediato, y más que sueño, lo que siento que me sobrevino,  fue una pérdida de conocimiento, o como si algo me hubiera robado el alma sacándola de mí, de mi tiempo y espacio.

 

Cuando desperté, Eduarda estaba sentada en la cama, junto a mí y acariciaba mi cabeza… Me incorporé y nos abrazamos fuertemente.

 

-Tranquila, hija, ya pasó… ahora toca descansar y recuperar fuerzas…haremos como ayer, mientras tú te das un baño calentito para recuperar el calor, yo te preparo un desayuno de reina…

 

 

Cuando bajé, me di cuenta que era tardísimo…

 

-Pero tía, cómo no me despertaste antes, si es casi medio día.

 

-La noche también ha sido larga, hija mía… necesitabas dormir.

 

-Mira, como hace tan buen día, llevo todo afuera y comes al aire libre, que eso te ayudará a cobrar más vitalidad.

 

 

Después de la comida, dimos un  paseo por los alrededores hasta llegar al merendero que ya conocí el primer día y allí, ya sentadas y más tranquilas, comencé a recordar y relatar, todo lo sucedido en la noche

 

 

-Al irte tú, ayer, caí rendida enseguida… después, desperté y no estaba en la cama, sino de rodillas sobre el reclinatorio… sentía un inmenso dolor y una desesperación insoportables; me sentía una mala madre, me culpaba por la tristeza e infelicidad de mi hija.  Rogué a Dios que me ayudase a hacer lo que tuviera que hacer para liberarla a ella… después, fui a su cuarto, la niña dormía tranquila, y yo me eché en el suelo, a su lado, pero como de vez en cuando se me escapaba algún sollozo, acabé despertándola…

 

-Mami ¿qué te pasa, por qué lloras …?

 

Me levanté y me senté a su lado en la cama abrazándola, ella comenzó a llorar… y yo creí que esa vez el corazón se me estaba abriendo de verdad, no solo era el dolor, era mucho más que eso… ¡sentía tanta angustia…!

 

-No es nada, es que he tenido un sueño de mucho miedo, y por eso me vine aquí, pero ya se me ha pasado tranquila… a tu lado enseguida se me pasa todo, vida mía.

 

-¿Seguro, mami?

 

-Pues claro, mi niña, es que ya sabes que soy muy miedosa… pero sí, ya se me ha pasado. Mira me quedo contigo aquí, en tu cama y así dormimos juntitas… así seguro que tenemos sueños bonitos, ya verás…

 

La niña se volvió a dormir y, con cuidado, me levanté y me fui de nuevo a mi cuarto… comprendiendo, nuevamente, que solo servía para hacerla sufrir. Estaba totalmente hundida, acabada… me sentía  un estorbo.

 

Después de un buen rato; me refresqué, me vestí  y cogí un frasquito de la vitrina… bajé a la cocina y puse agua a calentar, luego  eché una cucharadita del brebaje en una taza con el agua caliente. Lo tomé y salí. Me dirigí a la cuadra y preparé mi caballo y me marché… estaba amaneciendo, pero aún estaba muy oscuro.

Me bajé del caballo junto a la iglesia,  llamé a una puerta que había justo al lado, salió a recibirme la madre del  cura y le dije que tenía mucha urgencia de hablar con su hijo… me pasó a la sala de visitas y esperé. Hacía mucho frío en aquella habitación, pero además creo que tenía fiebre, pues tenía unos escalofríos terribles… Por fin apareció mi confesor y me eché  a sus pies, llorando… él, me levantó y me rogó que me calmase, su madre apareció con dos tazones de leche caliente, y me rogaron que la tomara;  pero yo, no apenas podía tragar nada…

 

-Cálmese y cuénteme qué ha pasado… ¿le ha pegado otra vez ese animal?

 

-No, esta vez no es eso… esta vez he venido porque he comprendido que soy una madre horrible, me he dado cuenta que soy la única culpable de la infelicidad de mi niña… no he sabido ser ni buena madre ni buena esposa. He rogado, he pedido y creo que, al fin, ya sé qué tengo que hacer… por eso he venido, padre, necesito confesar y comulgar antes de morir…

 

-¡Pero qué disparate estás diciendo, eso que estás pensando es pecado, hija mía… un pecado mortal, el peor de todos…!

 

-¡Peor es lo que le estoy haciendo a mi hija, padre…! ¡Eso sí que es un pecado horrible! Yo no puedo seguir viviendo, seguir haciendo tanto daño a mi ángel… ¡ya no puedo con ello, padre, ya no puedo…! Por eso he venido, necesito confesarme antes de morir… ¡por amor de Dios, confiéseme!

 

Mira, no voy a consentir que sigas diciendo locuras. Tu vida es muy dura,  pero muy preciada… ofrécela a Dios y él te dará fuerzas. Y piensa que a tu hija no le pasará nada que no pueda soportar... Nuestro Señor, nunca  manda más de lo que podemos cargar… Así que olvida todo eso y vuelve a tu casa, con tu marido y con  tu hija… y aparta de ti esos malos pensamientos...

Yo voy a hablar con tu esposo, pronto, mañana mismo, y verás que todo va a mejorar.

 

Si quieres confesar y comulgar, vienes mañana, a la hora que ya sabes, como siempre y con ánimo para vivir.

 

 

Ella, no protestó más, montó en su caballo y emprendió el camino de vuelta. Antes de llegar a la casa, paró varias veces a buscar unas hierbas. Cuando llegó, quitó los aparejos al noble animal y estuvo largo rato, hablándole con cariño y acariciando su bella cabeza…

 

-Ese animal adoraba a su ama, tanto como odiaba al amo –dijo Eduarda- él, jamás pudo montarlo, cada vez que lo intentaba lo tiraba al suelo.

 

-Sí, fue una experiencia muy hermosa, sentir esa comunión, ese entendimiento, entre el caballo y la mujer,... por un momento, al menos, sentía la  felicidad del compañerismo latir en el  pecho, anulando la gran soledad que anidaba en él.

 

Después, ella entró en la casa y se dirigió a la cocina…  puso unas hierbas a hervir en agua, luego las dejó reposar y le añadió algo más de una botellita que sacó del bolsillo de su chaqueta… lo echó todo en una taza y se la llevó consigo.

Ya  en su habitación, se asomó a la ventana y llenó sus ojos con su último amanecer...

se cambió mientras pensaba que todo comienzo tiene su final, y que era paradójico que ese amanecer, que era comienzo de un nuevo día, anunciara el fin de los suyos .Se metió en la cama… y trago a trago, recordó su sueño de juventud,, ser una buena esposa, amar y ser amada. Ser una buena madre... no entendía qué hizo mal, porqué él no quiso amarla, porqué le tuvo tanto miedo siempre. Tampoco entendía, porqué, ella, a pesar de todo el mal que le causó, le quiso... y, trago a trago, fue  entregando el alma a su creador, mientras rogaba por la de  su amada hija y pedía perdón.

 

Sufrimos pensando que la muerte nos roba a los seres amados, cuando tantas veces la que nos roba es la vida... la propia vida.

Y porqué enterramos el pasado creyendo que así avanzaremos más libres y ligeros ... tal vez, algún día, uno a uno entendamos qué significa ser y cómo nada queda atrás y por tanto todo está a nuestro alcance para poder sanar y ordenar la vida.

 

https://youtu.be/XQz76UgHSzk

 

 

 

 

 

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17 abril 2018 2 17 /04 /abril /2018 07:54

 

 

 

 

 

 

3/La mujer del espejo

 

Al día siguiente cuando Eduarda  subió el desayuno, me encontró en un rincón de la sala, liada en una colcha, muerta de frío, desencajada y como sin sentido…

 

-¡Hija, pero qué te pasa, tienes fiebre…? ¡Virgen Santa, vamos, vamos… reacciona!

 

¡Ay, Señor mío Jesucristo, ayúdame…! Ha comenzado el teatro, seguro, así sin más aviso…

 

Se arrodilló a mi lado y comenzó a frotarme y abrazarme muy fuerte…

 

-Todo está bien hija, tenía que haberte advertido que podía pasar, perdóname, cariño.

 

-Ha sido una pesadilla horrible, tía…

 

-Bueno, si quieres llamarla así,… pero ahora no hablemos de eso. Lo primero es tratar de recomponer tu estado de ánimo, luego habrá tiempo para explicarnos. Mira, mientras tú te das una buena ducha, yo encenderé un poco de leña, para calentar esto… que está muy frío, hija…

 

Cuando salí del baño, la sala estaba ya caliente y unos rayos de sol maravillosos, entraban por el balcón; me acerqué y entreabrí un poco para que me dieran en la cara, respiré profundamente y cerré los ojos… sentí el abrazo cálido del universo, y una reconfortante sensación me hizo sentir confianza y fe en el momento que estaba viviendo, comprendí que estaba segura y que nada malo me sucedería… Entró la tía Eduarda, justo en ese momento.

 

-Ay, hija, perdona… es que bajé a calentar de nuevo el desayuno, se estaba quedando frío… ya veo que tienes mejor cara,... y, ya verás que en cuanto comas algo  aún te sentirás mejor.

 

Comencé a comer casi sin ganas, pero acabé devorando todo como si llevara una semana sin probar nada…

 

-Gracias, tía, qué rico estaba todo… hacía años que no probaba la torta de almendra y este pan de aceite tan maravilloso.

 

-Muy bien, mi niña, ahora voy a bajar a recoger mientras tú descansas un poco, luego subo y hablamos…

 

-No, tía, prefiero bajar contigo a la cocina… mientras tú recoges podemos hablar.

-

-Pero ¿no es demasiado pronto…?

 

_ Lo prefiero, no quiero que se me olvide nada.

 

 

Ya abajo, en la cocina, la tía me dijo que me sentara al lado del hogar y ella, me acercó una mesita con una jarra de agua y un vaso

 

-Cuéntame, te escucho… y no tengas miedo, te aseguro que nada de esto es para mal. Pero si en algún momento sientes malestar lo dejas, ¿de acuerdo?

 

-Estoy bien, no te preocupes…

 

-Pues verás, anoche cuando te fuiste a dormir, yo me quedé un rato leyendo, no tenía ni pizca de sueño; pero al rato, me sentí cansada y me fui a la cama… Abrí la puerta del cuarto de la niña, prendí la luz y me quedé  parada antes de entrar, observando la habitación e intentando conectar con mi cuerpo por si sentía algo raro… pero no sentí nada especial. Me cambié y me metí en la cama, tuve una sensación familiar y agradable, antes de echarme me quedé sentada mirando todo, pensé que me hubiera gustado ver alguna foto de la niña… y sin más, no sé porqué, algo me empujó a abrir un cajón de la mesilla, no había nada, solo un libro de oración… lo tomé y repasé sus hojas de filo dorado, había estampitas de santos y vírgenes, las fui hojeando todas, y de pronto, al pasar una hoja, me encontré con un retrato de ellas dos, la madre y la  niña. Lo sé porque estaba dedicado por detrás de ella a su hija…

 

-Y qué sensación te dieron, ¿cuál de las dos te tocó más?

 

-No sabría decirte, fue una sensación conjunta, sus caras, el posado… la madre sentada y la niña de pie a su lado, cobijándola con su  brazo… como con cierto poder. Esa fue la sensación, que era la hija la que custodiaba. Las caras, una vencida y la otra soberbia y con cierta dureza, como amenazante…

 

-Sí, era así, la hija se convirtió en la guardiana de la madre, al menos, esa era la ilusión que ella se hacía…  siempre le decía a la madre que en cuanto creciera y se casara, la sacaría de la casa… le decía: “ ya verás que feliz serás en mi casa conmigo y mis niños, mami”

 

Pero continúa hija, continúa contando…

 

-Al final, recogí todo y lo volví a guardar en la mesilla. Me eché y caí rendida en seguida…

 

De pronto, desperté y no estaba en la cama, sino sentada al lado, en una butaca que no había visto antes. Y en la cama, estaba la niña, durmiendo; pero lo raro es que yo no sentí extrañeza de nada, me parecía todo normal.

Me levanté con cuidado y salí de la habitación, antes de cerrar, bendije a la niña, con la sensación de que era algo muy mío.

 

Ya en la sala, suspiré profundamente, pues tenía un peso grande en el pecho, era como si el corazón estuviera tan encogido que doliese y pesase como una piedra. Abrí el balcón y salí a ver el cielo, estaba cuajado de estrellas, hacía un fresco muy agradable y me llegaba cierta fragancia a flores… que no reconozco ahora, pero que  es una fragancia muy familiar para mí…

Sentí un escalofrío, justo en el momento en que alguien, rudamente, clavaba sus manos en mis hombros. Ahogué un grito, imaginé quien era… me arrastró hacia dentro… ya vuelta hacia él le vi la cara y le recordé enseguida.

 

 Le había visto muchas veces en sueños, incluso había luchado mil veces con él, pero siempre se me escapaba… una vez intenté pegarle  con una fusta, pero esta, no le tocaba, le traspasaba, porque no era más que  un fantasma… y él se reía y burlaba mil veces de mí…

 

-Y tú, hija, ¿sabías en tus sueños quién era…?

 

-No, no lo sabía, yo le llamaba, "el duende" aunque, un día,  mirando un retrato de mi abuelo de joven, le confundí, creí que era él, y no entendí nada. Pero ahora veo la diferencia…

 

-Es normal que le confundieras, el niño, se parecía mucho a su padre… pero dime qué pasó después.

 

-Me acercó con furia hacia él y me besó brutalmente… luego me empujó y caí sobre un sillón… me había hecho sangre en los labios y su aliento olía a coñac… me gritó que no tenía sangre en las venas… estaba furioso. Se echó sobre mí y yo le empujé y le supliqué que allí no, que podría oírnos la niña… me abofeteó y me arrancó la ropa; después, hizo conmigo lo que quiso, yo no era más que  un pedazo de carne deseable… y nada más. Yo aguanté el suplició hasta que se cansó, se levantó como pudo y se fue, riéndose… como siempre hacía en mis sueños. Y, comencé a entender porqué siempre despertó tanta furia en mí.

Como pude, me levanté y me fui a… a mi habitación… caí dolorida sobre el reclinatorio y lloré en silencio. Cuando me repuse un poco, me sorprendí rezando, eso me relajó un poco. Después, me fui al aseo y me lavé bien todo el cuerpo..., me miré al espejo y sentí toda la  pena y el gran dolor de la mujer, humillada, que allí vi reflejada…

 

Y, no sé como ni cuando, me desperté empapada en llanto y abrazada al retrato de la madre y la niña, tía…

Cogí la colcha y huí del dormitorio, me acurruqué en un rincón de la sala, y ahí me encontraste tú… perdida, sin querer pensar..,

y sin poder quitarme de la cabeza la imagen de la mujer del espejo

 

 

https://youtu.be/LJEXpVIUml4

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13 abril 2018 5 13 /04 /abril /2018 18:30

(Continuando sentir no es juzgar/1)

2/

Por la tarde bajé a buscar a la tía Eduarda…

 

-Hola hija, ¿has podido descansar un poco?  ¡Vaya, perdone usted…! es que como es nieta de mi niño, me ha salido sin querer…

 

 

 

-No se preocupe, si lo comprendo, después de todo, usted fue  una segunda madre para él y sus hermanos. Y sé, además, que así la quería y recordó siempre, como a una madre… así que,  porqué no tratarnos, nosotras, con la misma confianza. A mí también me gustaría, y,  egoístamente, en estos momentos, necesito el apoyo de alguien... y si estás aquí, es porque tú, tía Eduarda, eres la indicada.

 

Gracias, hija, así es, no es casualidad que me hayan mandado a mí a recibirte y atenderte. Y ahora dime, ¿has descansado algo?

 

 

No mucho, la verdad… me encuentro demasiado excitada. Pero bueno, un poco más asentada sí siento que estoy; me comí con gusto, las gachas dulces con picatostes que me subiste y me han caído muy bien, mi estómago lo ha agradecido mucho, tía.

 

 

-Vaya, me alegra que te hayan gustado, igual no las habías comido nunca…

 

-Sí, tía…las he comido, alguna vez, de pequeña.

 

-Bueno, y ahora ¿tienes ganas de salir a dar un  paseo campestre por esta sierra tan bonita?

 

-Pues sí, necesito aire fresco…

 

-No será porque en la casa hace calor eh? Jaja

 

-No, desde luego… esta casa parece que está hecha de témpanos de hielo, ¡madre mía!…

 

 

La tía sacó unos echarpes de una cómoda que había en la entrada y salimos. La tarde estaba clara y muy agradable, pero no sobraban los chales que nos habíamos echado por los hombros.

 

La casa, estaba rodeada de árboles enorme y había más de un tilo; recuerdo que mi madre me había hablado de ellos, y de cuánto le gustaba sentarse a la sombra de alguno a leer. Nos acercamos a un mirador… abajo a lo lejos se oía correr el agua de una fuente natural. La finca, al ser de sierra era muy quebrada... estaba llena de cerezos gigantes… Bajamos por un sendero y directamente desembocamos al río. ¡Qué inmenso y precioso era todo, Dios, parecía el paraíso...!

Nos acercamos a un merendero cercano y la tía Eduarda me invitó a sentarme.

 

-Dime hija, has entrado ya a ver las habitaciones, cuál te has quedado?

 

-Me costó mucho entrar a ellas, pero al fin, lo hice… entré primero a la que me quedaba a la derecha… enseguida vi que era la de la hija…

 

-Ella, era tía abuela tuya, niña, aunque solo fuera por parte del padre, (tu bisabuelo) era parte de tu familia.

 

-Sí, lo sé…aunque es algo que he comprendido hace nada, antes, cuando  se hablaba de ella, se hacía como si fuera alguien ajena a nosotros en todos los sentidos, y por supuesto ajena a mi sangre. Era como si, al ser hija de la esposa del bisabuelo, no fuera hermana auténtica del abuelo, nunca oí hablar de ella como una hermana más de él… y lo que se hablaba no era precisamente agradable. Aunque siempre fue poco y lo mismo. Siempre la sentí extraña y aparte de  nosotros.

 

-Ella, hija, nunca aceptó de buen grado a sus hermanos, cuando el amo los trajo a casa, para la niña fue una tragedia ¿comprendes?  Y al que más despreciaba era a tu abuelo, porque era el varón y el amo lo adoraba..., por eso, y porque era el más pequeño de todos. Sus hermanas y el hermano, lo cuidaban  y defendían siempre de todo, él era el niño chico, el mimado.

Ponte en su piel, para ella, eran unos extraños usurpadores que habían invadido su casa y le habían robado, además, toda la atención del padre. Desde aquél día, ella se sintió apartada y, se apartó, de él… nunca le pudo perdonar que los trajera a su casa… los despreciaba.

Sufrió muchísimo, mi niña, de la noche a la mañana, sintió que le habían robado a su padre…

y su madre (la señora) no tardó en morir; la pobre, no tenía ganas de vivir, la habían casado con un hombre (tu bisabuelo) al que no quería y que tampoco la quería, pero que disponía de ella como si fuera de su propiedad, se pasaba las horas en su cuarto y en la iglesia, siempre rezando…  y  mi pobre niña se encontraba muy sola..., a mí ya no me quería, porque también me ocupaba de los otros, no me lo perdonó nunca… ¡pobre niña! Se sentía traicionada y abandonada  por todos, le dolía el alma y el cuerpo, le dolía la vida y odiaba… despreciaba y no perdía oportunidad de humillar al niño, él, era muy pequeñito e indefenso, con las otras hermanas no era tan fácil despacharse a su gusto. Aunque nada de eso, la dejaba en paz, al contrario, fue muy infeliz aquí. Soñaba con hacerse mayor para poder casarse y salir de la casa.

 

 

-Oye, tía, y de la madre de mi abuelo qué sabes… ¿la conociste?

 

-Alguna vez la vi, sí… Cuando el amo me mandaba a alguna venta donde hubieran quedado, a llevarles algo, o a llevarle a ella algún recado a su casa.

Era una mujer muy echada “palante” parecía  que no le importaba nada y se ponía al mundo por  montera; pero se notaba que sufría también… creo que era una máscara,  también pienso que estaba ciega, que no se daba cuenta del daño que hacía… y no me refiero al dolor de  la esposa del amo y la niña; hablo de los niños, de sus propios hijos…

 

-Y ¿sabes algo de su marido, de qué murió él…?

 

-No hija, solo sé que la casaron con ese hombre, y que ella, no lo quería… un arreglo, vamos, como pasó con tu bisabuelo.

Antes, a las familias les daba igual si tú querías a alguien, eso no se tenía en cuenta. Tu bisabuelo y ella, se habían querido siempre, pero, la familia consideraba que no era lo que querían para su hijo. Y no tuvieron más remedio que aguantarse ambos.

Y todo estuvo bien, más o menos, hasta que, ella, se quedó viuda, sola, con un hijo del marido.

 

-Qué pasó entonces, ¿el bisabuelo fue a buscarla…?

 

No sé, contaron de todo, que si fue ella, que si fue él… pero fueron los dos, claro que aquello en una mujer era un pecado muy grande, y una gran vergüenza… pero ella, se ve que solo pensaba en él y estaba obsesionada, no le importó nada, ni la familia, ni el hijo de su difunto. Ni los que tuvo después, como consecuencia de los encuentros con tu bisabuelo… y porque se murió joven que si no…

 

-Oye, tía, y cuando se iba con él, qué hacía con los niños…

 

-¡Qué se yo, hija…! Yo solo sé que cuando murió y el amo se presentó en la casa con los cuatro niños, el del difunto marido y sus tres hijos,  daba penita verlos ¡pobres! Cuatro desgraciaos, hija, mal comidos,  mal vestidos, mal lavaos y malqueridos… esa mujer no estaba bien, de verdad,...

se la tragó la vida de mala manera , su dolor y vergüenza inconsciente, no supo salir, se fue hundiendo cada vez más hasta que encontró lo que buscaba, morir...

¡pobre, pagó con su vida la libertad de amar! dicen que cada cual se mata a su manera!..Descanse en paz.

 

(Morir de amor)

 

 

https://youtu.be/XtzYwHnIio0

 

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12 abril 2018 4 12 /04 /abril /2018 21:49

Te he echado de menos...

 

 

¿Sabes? he estado a punto de escribir, cuánto me hubiera gustado que estuvieras a mi lado, deseé que hubieses sido tú, quien me guiase, quien me ayudase a elegir y proyectar el viaje; pero, ¡estás tan lejos…! De todos modos, seguramente, no estabas porque, este, no era un viaje a compartir, ni siquiera en su proyecto…

 

Fue duro comenzar, tenía miedo a no saber reaccionar, a que mis sentimientos, como  tantas otras veces, se bloquearan y quedar paralizada y sentir el frío y la dureza de la estatua una vez más. Hay situaciones tan incompresibles, tan fuera de razón…

 

Sabiendo que tenía que hacer esto por mí y solo por mí, sin embargo, en mi mente seguían apareciendo otros seres y sin querer, volvía a sentir que se lo debía a ellos, como si yo, fuera "culpable" de sus posibles problemas, de sus sufrimientos y  destino… incluso, llegué a pensar que eso me sucedía como medio de retrasar un poco más el ir, porque me hacía dudar y dar mil vueltas sin decidirme, sin hacer nada.

 

Al fin lo hice. Subí al tren y emprendí el viaje, no sé cuantas paradas hubo, solo sé que fueron muchas y, que en cada una de ellas, sentía que tenía que volver porque no estaba preparada. Estaba convencida de que no podría solucionar nada, de que   entre aquellas personas que me esperaban, no había ninguna que fuera la que aguardaba el mensaje que tenía yo para  entregar. Me sentía descorazonada, impotente, culpable de no acertar a solucionar aquella carga que  se había filtrado en mi sangre, haciéndome responsable del testigo como último y definitivo corredor encargado de llevarlo a meta…, ¡porqué lo acepté si no iba a ser capaz de ver de dónde llegó y cómo acertar a liberarlo! Sentía que iba camino de un destino, tal vez, equivocado.

 

No sé cómo consentí, pero llegué al fin a la casa…

 Era muy antigua, aunque se mantenía en perfectas condiciones, no había ninguna señal de ruinas como había imaginado al pensar en ella…era habitable, desde luego; pero al entrar sentí frío y un gran escalofrió me recorrió todo el cuerpo; la mujer que la cuidaba y que me había recibido, se dio cuenta  y me sonrió comprensiva, con su boca mellada, mientras me frotaba los hombros enérgicamente. Tenía una mirada pícara, pero tremendamente tierna; sus manos eran robustas, fuertes, con la piel curtida y las venas gruesas, sobresaliendo; se notaban muy trabajadas.

 

Tomó mi bolsa de viaje y me llevó al piso de arriba, llegamos a un pasillo  largo  con puertas a un lado y a otro que desembocaba en otra escalera, seguimos por ella y al final, entramos a  una especie de vestíbulo donde había una puerta de dos hojas, la abrió y pasamos a una sala de estar muy acogedora, había una pequeña chimenea  prendida… la mujer se volvió sonriendo y me habló:

 

-El amo, me dijo que  sería tan friolera como su hija… por eso pensé que le gustaría.

 

Esto último, lo dijo mirando hacia el fuego… le di las gracias intentando sonreírle, pues aún estaba impresionada de encontrarme allí y del frío que sentí al entrar.

 

Esta sala, daba paso a dos habitaciones, la mujer me explicó que una, era la de la señora y la otra, la de la niña. Me contó, también,  que el amo le dijo que tenía que abrir y preparar esta sala y las dos habitaciones.

 

-No tendría que haber preparado las dos, cualquiera de ellas me hubiera valido, siento que haya  tenido más trabajo por mí.

 

-Era mi obligación, no se preocupe que yo estoy acostumbrada y hago con gusto mi trabajo y, es usted, la que tiene que decidir cual  desea ocupar…

 

Después, me contó que hasta el día siguiente no llegarían los demás, que dedicara el tiempo a descansar o a lo que quisiera… y que cualquier cosa que necesitara  se lo avisara y  que si me apetecía,  por la tarde me acompañaría a dar un paseo por la finca. Después, salió de la sala. Yo, cerré las puertas que daban al vestíbulo y me senté en una butaquita que había al lado de la chimenea, eché la cabeza sobre el respaldo y cerré los ojos…  nunca hubiera imaginado que me ofrecerían estas habitaciones, al fin y al cabo, a pesar de mi parentesco con la hija, seguramente, me verían como intrusa y enemiga…la primera prueba la tenía ya ante mí, pensé.

 

Abrí los ojos y me incorporé para mirar hacia las puertas cerradas de las dos habitaciones contiguas y que me recordaban que tenía que decidirme por una de ellas.

 ¡cuál tengo que elegir! No sabía si verlas antes o decidir sin mirarlas siquiera

 

 ¡no… de ninguna manera! Recordé lo que tú me habías contado tantas veces:

 

 “La emoción es fundamental… tienes que sentir y reconocer qué sientes, mirar y escuchar la emoción sin juicio”

 

https://youtu.be/CNhPtXI5_Qk

 

(Sentir  hace posible el reconocimiento)

 

 

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1 febrero 2016 1 01 /02 /febrero /2016 20:51

 

 Memoria Histórica

-Capítulo final-

 

 

-¡Mamá te llaman por teléfono...!

 

-¿Diga?

 

¡Buenas noches, Encarnación, soy Nacho... !

 

¡Hola, Nacho cómo estás?

 

-Bien, bien... y tú qué tal, estoy preocupado, hace tanto que no pasas por aquí...

 

-Ya, perdona que no te haya avisado, pero necesitaba tiempo. Si me haces un hueco...

 

-Pues mañana mismo si quieres... a última hora, así tendrás todo el tiempo que quieras para contarme.

 

De acuerdo, mañana nos vemos... y gracias por llamar.

 

No hay de qué, hasta mañana.

 

-Hasta mañana.

 

....

 

 

-¡Bienvenida, amiga mía, cuánto me alegro de volver a verte!

 

-¡Gracias, Nacho. Y discúlpame, de verdad!

 

-¡Nada que disculpar, por Dios...! perdóname tú a mí, por atreverme a molestarte, pero es que me extrañaba tanto tu ausencia. Creí que la sesiones de hipnosis te estaban sirviendo.

 

-Sí, supongo que sí, de hecho gracias a ellas me animé a viajar al origen, pero de verdad...

 

-¡No me digas que has sido capaz de ir... eres una valiente!

 

  • Bueno, aunque no lo creas, para mí ha sido un acto de valentía...

  •  

-Mujer, claro que sí, no lo dudo... y más sabiendo lo poco que te gusta viajar sola. Pero cuéntame, por favor. Porque supongo que me confiarás tu aventura.

 

  • Pues claro, a qué oídos mejores que a los tuyos les puedo dedicar semejante relato.

 

 

-Verás, después de la última sesión, aquella misma noche, soñé con ese viaje... me vi andando el camino de grava hasta llegar a la verja de hierro.

 

-Entonces, fue ese sueño lo que te hizo ir...

 

-Sí y no... verás, cuando llegué ante la verja, estaba cerrada y tras ella, había una niña, como de uno o dos años, montada en un triciclo. Me quedé enganchada a su mirada, a sus ojos, no dejaba de mirarme, sentí un gran impulso de entrar y abrazarla, estaba tan sola en aquél sombrío jardín... pero no pude entrar, intenté abrir la verja pero era muy pesada, empujaba y empujaba sin resultado. La niña me sonrió, y eso hizo que yo, me pusiera aún más triste por no poder pasar a estar con ella, entonces me eché a llorar, no podía parar, lloré tan desconsolada que acabé despertando...

A la mañana siguiente mientras desayunaba y pensaba en el sueño, la imagen de la niña no se iba de mi cabeza. La veía allí al otro lado, mirándome, sola, sin mí...

 

-Esa niña eras tú, ¿verdad ?

 

-Sí, era yo, y además tengo una foto con esa edad, en un triciclo, tras esa verja... existió ese momento, alguien al otro lado me hizo esa foto...fue mi madre, ¿sabes? Ella, iba con su cámara a todos lados, le encantaba hacer fotos. Supongo que el sentimiento que tuve en el sueño de soledad, y de querer pasar al otro lado para abrazar a la niña, seguramente, fue el que sintió ella misma, al verse tras esa verja grande y pesada, tal vez, sintió miedo de que su madre no pudiera volver a entrar...

 

Yo, no recordaba haber estado nunca en ese lugar, solo lo conocía de oídas... pero ese día comprendí que si había estado allí y ahora a través del sueño me había sentido dentro y fuera, como partida, es que todo me llamaba a recomponer la situación, o al menos, a comprender mejor, para bien mío y de todos.

 

Así que allí que me fui...

 

Reservé habitación en un hotel rural, que si no me equivoco resultó estar donde en tiempos estuvo el merendero ¿Recuerdas?... de hecho, aunque todo es muy distinto a lo visto en las sesiones, llegué casi sin indicaciones de nadie al cortijo... del que ya no queda ni rastro. No hay verja, no hay jardín, no hay tilos... al llegar y no ver nada, me dije, este es el famoso vacío, el polvo al polvo, todo se transforma. Anduve por allí, sobre el polvo de nuestras memorias. Sentí la necesidad de recobrar a la niña y la imaginé en el lugar, bajó del triciclo y vino a darme su mano, recorrimos los espacios como si fueran presentes... abrimos, juntas, de par en par la gran verja, recorrimos el jardín, entramos a la casa, y recorrimos todas las estancias... desde la cocina a la gran sala... las cuadras, todo. Nos despedimos de todo, y cuando me dirigí hacia el camino de de salida, la niña me pidió que la abrazara y se introdujo en mi pecho, bajo el hueso del alma y para siempre,... sentí que ya no volveríamos a sentirnos, abandonadas, rotas o partidas nunca más.

 

Y esa noche, en el hotel, tuve un sueño que devolvió a todos y cada uno a su lugar, con amor y sin rencores...

 

Sentí que despertaba en la sala grande de la casa. Estaba sentada en la butaca que había junto a la chimenea, frente a la puerta cerrada. Llegó la tía Eduarda y abrió de par en par sus dos hojas, quedándose en la entrada. Después, fueron entrando todos, uno a uno, colocándose, unos a un lado y otros a al otro, osea, unos enfrente de los otros... el abuelo, salió al centro y desde ahí habló a sus padres -al bisabuelo y amante, su madre- les refirió sus penalidades, su gran vergüenza por no haber sido reconocido como hijo legítimo, por el abandono que sintió cuando murió su madre,  por no haber comprendido hasta entonces toda la carga y penalidades, que a su vez, ellos tuvieron... pidió perdón por el odio que había sentido y les liberba,... dijo que ya estaban en paz con él.

 

El bisabuelo y la bisabuela se acercaron a él y le abrazaron... después, pidieron perdón a todos los presentes por todo el daño que habían causado con su ignorancia, y a su vez, todos, asumieron su parte de responsabilidad, comprendiendo que fueron reos de un destino que en aquél momento no supieron cambiar de una mejor, o menos dolorosa, forma... uno a uno fueron liberándose y quedando en paz unos con otros, borrando así, la memoria de dolor que se había creado... poco a poco, fueron abandonando la sala, hasta Eduarda se fue...

 

Al fin, solo quedó el abuelo en el centro de la sala... me miró, me sonrió con cariño y alzó su mano para despedirse. Me quedé asombrada, pues era una repetición exacta de su aparición y despedida unos meses después de su muerte.

- ¿Quieres decir que se te apareció ya fallecido...? 

 

-Sí, exacto, yo solo tenía siete años... recuerdo que  me quedé tan asustada cuando sucedió  aquello, que no fui capaz de corresponder a su adiós. Comprendí, esta vez, que tenía que despedirlo en paz y para siempre, que ahora sí había terminado esta historia:

 

Adiós, abuelo... GRACIAS, TE AMO.

 

https://youtu.be/SqYG3f4PaWc

 

 

 

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