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17 abril 2018 2 17 /04 /abril /2018 07:54

 

 

 

 

 

 

3/La mujer del espejo

 

Al día siguiente cuando Eduarda  subió el desayuno, me encontró en un rincón de la sala, liada en una colcha, muerta de frío, desencajada y como sin sentido…

 

-¡Hija, pero qué te pasa, tienes fiebre…? ¡Virgen Santa, vamos, vamos… reacciona!

 

¡Ay, Señor mío Jesucristo, ayúdame…! Ha comenzado el teatro, seguro, así sin más aviso…

 

Se arrodilló a mi lado y comenzó a frotarme y abrazarme muy fuerte…

 

-Todo está bien hija, tenía que haberte advertido que podía pasar, perdóname, cariño.

 

-Ha sido una pesadilla horrible, tía…

 

-Bueno, si quieres llamarla así,… pero ahora no hablemos de eso. Lo primero es tratar de recomponer tu estado de ánimo, luego habrá tiempo para explicarnos. Mira, mientras tú te das una buena ducha, yo encenderé un poco de leña, para calentar esto… que está muy frío, hija…

 

Cuando salí del baño, la sala estaba ya caliente y unos rayos de sol maravillosos, entraban por el balcón; me acerqué y entreabrí un poco para que me dieran en la cara, respiré profundamente y cerré los ojos… sentí el abrazo cálido del universo, y una reconfortante sensación me hizo sentir confianza y fe en el momento que estaba viviendo, comprendí que estaba segura y que nada malo me sucedería… Entró la tía Eduarda, justo en ese momento.

 

-Ay, hija, perdona… es que bajé a calentar de nuevo el desayuno, se estaba quedando frío… ya veo que tienes mejor cara,... y, ya verás que en cuanto comas algo  aún te sentirás mejor.

 

Comencé a comer casi sin ganas, pero acabé devorando todo como si llevara una semana sin probar nada…

 

-Gracias, tía, qué rico estaba todo… hacía años que no probaba la torta de almendra y este pan de aceite tan maravilloso.

 

-Muy bien, mi niña, ahora voy a bajar a recoger mientras tú descansas un poco, luego subo y hablamos…

 

-No, tía, prefiero bajar contigo a la cocina… mientras tú recoges podemos hablar.

-

-Pero ¿no es demasiado pronto…?

 

_ Lo prefiero, no quiero que se me olvide nada.

 

 

Ya abajo, en la cocina, la tía me dijo que me sentara al lado del hogar y ella, me acercó una mesita con una jarra de agua y un vaso

 

-Cuéntame, te escucho… y no tengas miedo, te aseguro que nada de esto es para mal. Pero si en algún momento sientes malestar lo dejas, ¿de acuerdo?

 

-Estoy bien, no te preocupes…

 

-Pues verás, anoche cuando te fuiste a dormir, yo me quedé un rato leyendo, no tenía ni pizca de sueño; pero al rato, me sentí cansada y me fui a la cama… Abrí la puerta del cuarto de la niña, prendí la luz y me quedé  parada antes de entrar, observando la habitación e intentando conectar con mi cuerpo por si sentía algo raro… pero no sentí nada especial. Me cambié y me metí en la cama, tuve una sensación familiar y agradable, antes de echarme me quedé sentada mirando todo, pensé que me hubiera gustado ver alguna foto de la niña… y sin más, no sé porqué, algo me empujó a abrir un cajón de la mesilla, no había nada, solo un libro de oración… lo tomé y repasé sus hojas de filo dorado, había estampitas de santos y vírgenes, las fui hojeando todas, y de pronto, al pasar una hoja, me encontré con un retrato de ellas dos, la madre y la  niña. Lo sé porque estaba dedicado por detrás de ella a su hija…

 

-Y qué sensación te dieron, ¿cuál de las dos te tocó más?

 

-No sabría decirte, fue una sensación conjunta, sus caras, el posado… la madre sentada y la niña de pie a su lado, cobijándola con su  brazo… como con cierto poder. Esa fue la sensación, que era la hija la que custodiaba. Las caras, una vencida y la otra soberbia y con cierta dureza, como amenazante…

 

-Sí, era así, la hija se convirtió en la guardiana de la madre, al menos, esa era la ilusión que ella se hacía…  siempre le decía a la madre que en cuanto creciera y se casara, la sacaría de la casa… le decía: “ ya verás que feliz serás en mi casa conmigo y mis niños, mami”

 

Pero continúa hija, continúa contando…

 

-Al final, recogí todo y lo volví a guardar en la mesilla. Me eché y caí rendida en seguida…

 

De pronto, desperté y no estaba en la cama, sino sentada al lado, en una butaca que no había visto antes. Y en la cama, estaba la niña, durmiendo; pero lo raro es que yo no sentí extrañeza de nada, me parecía todo normal.

Me levanté con cuidado y salí de la habitación, antes de cerrar, bendije a la niña, con la sensación de que era algo muy mío.

 

Ya en la sala, suspiré profundamente, pues tenía un peso grande en el pecho, era como si el corazón estuviera tan encogido que doliese y pesase como una piedra. Abrí el balcón y salí a ver el cielo, estaba cuajado de estrellas, hacía un fresco muy agradable y me llegaba cierta fragancia a flores… que no reconozco ahora, pero que  es una fragancia muy familiar para mí…

Sentí un escalofrío, justo en el momento en que alguien, rudamente, clavaba sus manos en mis hombros. Ahogué un grito, imaginé quien era… me arrastró hacia dentro… ya vuelta hacia él le vi la cara y le recordé enseguida.

 

 Le había visto muchas veces en sueños, incluso había luchado mil veces con él, pero siempre se me escapaba… una vez intenté pegarle  con una fusta, pero esta, no le tocaba, le traspasaba, porque no era más que  un fantasma… y él se reía y burlaba mil veces de mí…

 

-Y tú, hija, ¿sabías en tus sueños quién era…?

 

-No, no lo sabía, yo le llamaba, "el duende" aunque, un día,  mirando un retrato de mi abuelo de joven, le confundí, creí que era él, y no entendí nada. Pero ahora veo la diferencia…

 

-Es normal que le confundieras, el niño, se parecía mucho a su padre… pero dime qué pasó después.

 

-Me acercó con furia hacia él y me besó brutalmente… luego me empujó y caí sobre un sillón… me había hecho sangre en los labios y su aliento olía a coñac… me gritó que no tenía sangre en las venas… estaba furioso. Se echó sobre mí y yo le empujé y le supliqué que allí no, que podría oírnos la niña… me abofeteó y me arrancó la ropa; después, hizo conmigo lo que quiso, yo no era más que  un pedazo de carne deseable… y nada más. Yo aguanté el suplició hasta que se cansó, se levantó como pudo y se fue, riéndose… como siempre hacía en mis sueños. Y, comencé a entender porqué siempre despertó tanta furia en mí.

Como pude, me levanté y me fui a… a mi habitación… caí dolorida sobre el reclinatorio y lloré en silencio. Cuando me repuse un poco, me sorprendí rezando, eso me relajó un poco. Después, me fui al aseo y me lavé bien todo el cuerpo..., me miré al espejo y sentí toda la  pena y el gran dolor de la mujer, humillada, que allí vi reflejada…

 

Y, no sé como ni cuando, me desperté empapada en llanto y abrazada al retrato de la madre y la niña, tía…

Cogí la colcha y huí del dormitorio, me acurruqué en un rincón de la sala, y ahí me encontraste tú… perdida, sin querer pensar..,

y sin poder quitarme de la cabeza la imagen de la mujer del espejo

 

 

https://youtu.be/LJEXpVIUml4

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Comentarios

D
Lo bordas, Flora. Espero intrigado la proxima entrega. Gracias por compartirlo.
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F
Hola, Don... también, tú, bordas el comentario, muchas gracias. Me has animado a seguir compartiendo. <br /> (ni que decir tiene que no te ha servido de nada usar guantes, veo la huella huella más allá de ellos... ya sabes que soy una estudiosa de los códigos y... y eso :)